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12 mayo 2010 3 12 /05 /mayo /2010 22:23

La juramentación de 30 mil milicianos, para conmemorar los 8 años de la intentona golpista del 11; nos traslada en el tiempo a la época de la Venezuela caudillesca, la de los jefes feudales, forma que adoptó Guzmán Blanco para parcelar a la nación a partir de 1870.

El país del gendarme necesario fue convocado a presenciar, una ceremonia donde nos tocó ver la partida de unos “guerreros” a combatir, para conquistar la Nueva Jerusalén; el gran maestro del temple blandía la espada, haciéndole señales al cielo, como pidiendo fuerzas a su legítimo dueño.

Mal presagio lo que se nos avecina en un momento de tanta borrasca, donde al príncipe se le exige sabiduría para resolver los ingentes problemas que nos aquejan, y en vez de enfrentarlos se va por las llanuras de su descocamiento.

Las milicias -creadas al margen de la Constitución- forman el quinto componente de la Fuerza Armada, pero supeditada al Presidente de la República, es una tropa pretoriana que viene a llenar el henchido ego del líder de la revolución.

UNO-copia-5.jpgLa parada y el desfile del 13 de abril, no puede compararse con la marcha del Berlín de Adolfo Hitler; o la toma de Roma por parte de los camisas negras de Mussolini; estos milicianos: rechonchos, pasados de edad y con fusiles empatados con teipe, son una caricatura de  los ejércitos de Sadam Husein y Muhamar Gadafi; autócratas musulmanes tan del gusto del de aquí.

Las milicias con un nuevo uniforme, con el rojo a cuesta, desfilaron en la gran parada del 19 de abril, junto a ejércitos extranjeros, donde la revista marcial de Bielorrusia se robó el show.

La adulteración de la fecha del 13 de abril del 2002, y la confiscación del 19 de abril de 1810; militarizando la efemérides, desvirtúan el protagonismo civilista del momento: paradas, himnos, lemas y tambores con chirimías, son el telón de fondo para mostrar toda la extensa gama de juguetes bélicos, comprados en el camino de Damasco de la industria militar rusa, como demostración de poderío para intimidar a las fuerzas democráticas internas y no a los vecinos “hostiles” como a Colombia.

 

El alarde de militarismo que caracterizó tan notable celebración, de los 200 años de existencia de la nación venezolana, plaga de la peor especie, doctrina neo-totalitaria que ha ido desmontando el edificio en que reposa el modelo democrático y sus fuerzas de contrapeso; cada día que pasa esta boa contricto insaciable, se traga silentemente los espacios en donde se ejerce el pluralismo, la disensión y la tolerancia.

No importa que el militarismo comprometa los recursos de un Estado, asediado y a punto de convertirse en una propiedad de un gobernante y su nomenklatura; este autoritarismo cederá al paso de los acontecimientos del conflicto político, no hay nada eterno sobre la tierra, y menos este modelo chambón y anacrónico, abandonado en los años finales del  siglo XX, por las tres cuartas partes de la humanidad: por inoperante y retrogrado que comprometía el futuro económico de Europa del este.

Las paradas militares con sus vistosos uniformes, son los escenarios para que un decorado portador de muerte, muestre sus fauces; todo este barroquismo pasará al basurero de la historia; el delirio de los déspotas que se creen predestinados a durar por siempre, presunta eternidad mostrada de cuerpo entero, al manipular ideológicamente a los más jóvenes, con la grosera guerrilla de la comunicación, como muestra este botón de lo errático de sus políticas; todo esto preludia el final del tiempo vital de estos señores, nobles del averno y prestidigitadores de feria.

Abril de 2010

 

                                                    

 

 

 

 

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