La creación espiritual más completa del hemisferio occidental, sufrió recientemente una embestida que busca soliviantar los ánimos, para cancelar este espacio tradicionalmente neutro, para definir la guerra efectiva en términos de Carl Smitt; esto le está sucediendo a la adoración de la Divina Pastora.
Destruir con saña esculturas y murales donde está representada la Virgen María, quienes lo hacen son dirigidos por unos personajes siniestros actuando desde bastidores, y buscan en todo momento azuzar a los distintos bandos que se enfrentan en un clima áspero de polarización que se respira en el país político; pero que en el plano religioso el clima anómico no se conocía, más bien la elaboración cosmogónica funciona como zona de alivio y palanca para futuros acuerdos.
La posición de la jerarquía católica frente a un gobierno sectario y cultivador de las diferencias, ha sido la de marcar distancias con una línea claramente de oposición, comunidad religiosa que se apegó a la confrontación constructiva, de gran altura, visión que no es compartida por la burocracia militar. Si embargo las directrices de la CEV no ha sido excusa para mantener funcionando la Iglesia, quien mantiene un eclecticismo y busca el acercamiento.
Pero la destrucción de imágenes religiosas en varios estados de la República, donde se ha escogido a figuras emblemáticas como: la Divina Pastora, la Coromoto y José Gregorio Hernández, hacen pensar en el interés maquiavélico de quienes la propician, buscando un detonante que pueda desencadenar una insurrección popular, vaya usted a saber con qué propósito inconfesable de soliviantar a una sociedad que nunca se había rebelado.
Esta intolerancia que se ha trasladado a la religiosidad de los venezolanos, nos recuerda otros momentos vividos por la humanidad: la guerra civil española o más recientemente el asesinato de Monseñor Arnulfo Romero en El Salvador, a manos de escuadrones de la muerte al servicio del Partido derechista Arena del tenebroso Coronel Dabuison. Todos tenían el propósito de cancelar cualquier espacio empleado para ponerse de acuerdo y abandonar las posiciones extremas.
Provocar el nacimiento de estas prácticas que se creían superadas, en una nación como Venezuela y en regiones donde se venera con mucho fervor el culto Mariano: Lara, Yaracuy, Portuguesa, nos llevan a pensar en que el fenómeno de intolerancia religiosa suscitado no es aislado y no es obra de una secta diabólica o del grupo Frío, muy dado a destruir los iconos de la otra religión: la civil. Esto va más allá y busca cancelar definitivamente el último espacio que nos quedaba para concordar: el religioso.
Pero buscar la confrontación desde el plano de la religiosidad es un desaguisado, porque busca manipular el sentimiento de millones de creyentes, los mismos que se hacen presente los 14 de enero de cada año, luce atrabiliario, ya que allí en esa marejada humana coinciden todos los ismos que hoy hacen vida en nuestra díscola sociedad; incluyendo en esa convergencia lo político que vive en alerta máxima ante la ola de decisiones del actual gobierno, razón más que suficiente para no involucrar al campo especulativo dogmático, planteando la lucha entre creyentes y apostatas, como si se tratara de una nueva cruzada librada por los cátaros.
El conjunto escultórico de la artista María Eugenia Bigott, puede ser recuperado y vuelto a exhibir en la redoma de Santa Rosa; los vitrales alrededor de la ciudad restaurados sobre la marcha; pero lo que no se puede restañar son las heridas que provocó la saña de los sujetos que actuaron contra la espiritualidad de la mayoría de los venezolanos, en especial a las representación de la virgen María, transfigurada en una Pastora sevillana que desde hace 155 años concentró todo el fervor y la fe atribuyéndole miles de milagros. A esta creencia tan extendida una fracción de locos pretenden tomarla como excusa para provocar un accidente social que pueda desencadenar una tragedia que termina de ahondar las diferencias que nos dividen por voluntad de déspotas y epígonos.
Junio de 2011