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Hoy, recurro nuevamente
a este sagrado acto
Hilvanar como siempre
Estos códigos contenidos
En lo más profundo de la nada
Han vuelto a la superficie
Cuando el interés por la hembra
Puebla mis sueños húmedos
I
Dicen que la masturbación
Previene el cáncer de próstata
El único temor que abrigo
es que transcurran los días
Sin sobresaltos ni novedades
En el rincón de la celda
Que como asceta espero el último aliento
II
El hombre era alto, desgarbado, silencioso
Sin vicios, solo el juego
Cuando se ponía erecto
Sofocaba las ganas sobre el cuerpo
De la Sefardí cautiva
Nueve meses duro la encerrona
La niña producto de su alta frecuencia sexual
En que transcurría las noches de apareamiento
Espera en un recodo
Del patio interior de la casa solariega
La voz contenida en el pecho del patriarca
A la espera que emita el último suspiro
Para llevarlo en el coche fúnebre
Hacia el hades de la aridez
III
Los orígenes Sefardís
Representados en el obelisco de piedra
Del primer representante de la estirpe
En el desierto que embota los sentidos
Nunca se pudo desprender
Del abandono
La solicitud del macho dominante
En la tranquilidad de la vejez
Verla de moño y vestido encarnado de encajes
Con Eustaquio a un lado
En una falsa Plaza de San Marcos en Venecia
En un recóndito y lejano lugar
IV
Por que regresan esas voces y personajes
Al interior de casas y jardines?
Que ya nadie visita
Será que están recogiendo sus pasos?
Últimamente he sentido
La presencia de viajeros
Huidos y desaparecidos en el tiempo
Hablan y comentan en el recibo
Esperan por alguien
Que no termina de desprenderse
de la existencia
V
La noche ya no infunde miedo
Ni los cuartos solos
Con objetos en su interior derruidos
Llenos de polvo
La imagen de la progenitora
Flota con su andar lento
Por los pasillos y los patios
Sembrados de cayenas
Con mi desaparición
También se irán
Mis visiones y el crujir de los muebles
VI
Voy para un año de estar
En este exilio involuntario
Pero la mujer que ocupa mis sentidos
No aparece por el pretil de la puerta
Cuando no la imagine
Descendiendo de la buseta
Es la señal de que el duelo se cerró
Ahí si es peligroso
Equipare la bicicleta para salir todas las mañanas
VII
La soledad me hace mal a veces
Cuando riñes por el celular
Que es siempre
Un vértigo recorre mi estomago
He aceptado el abandono
Pero acaricio una mínima esperanza
Que vendría a reunirse conmigo
En la casa del ombligo enterrado
VIII
El más pequeño de la estirpe
Reclama cuando lo llamo tarde
En la noche calurosa del semiárido
Este pequeño David
Nacido en el otoño de mi existencia
Es lo que me incita a practicar ciclismo
IX
Quienes son esos de miradas perdidas?
Cuyas ropas ajadas denotan descuido
Que durmieron sobre cartones en el suelo
Nerviosos, intranquilos, temerosos
Del disparo y el cuchillo en el estomago
Que ocurrió en estos tres lustros?
Donde el rebaño se empobreció
Cuyos rostros reflejan rabia y frustración
X
XI
La lectura del Talmud
Pasajes de la Biblia
Detenido en el Cantar de los Cantares
Con Fray Luis de León y Ali Lameda
Que contraste
En esta porción semiárida del mundo
XII
La navidad y año nuevo
Sirvieron para que yo
Extremara los cuidados a la Plaza
Con busto de Guillermo Morón y esculturas de Noel Hernández
Recojo las hojas secas de la Ceiba
Que se desnuda por primera vez en el año
XIII
Las Torcazas, el Chemeco y el Cristo Fue
La bandada de Loras verdes
Enloquecen con sus cantos
Las frescas madrugadas
En que no consigo que escribir
Ahora leo al Uslar Pietri de los inicios
XIV
Esta casa de mis mayores
Se ha posesionado de mí
Encarcelado entre sus muros
Imagino que de ahí saldré
a la cita de Escritores en lo alto de la Cordillera
a hablar de la Anaconda del País de la Canela
de Fernando Soto Aparicio y Juan de Castellanos
XV
Poesía y ciclismo al amanecer
combinación perfecta
para sobrevivir en la soledad y el silencio
del Villorio medieval
en el semiárido de mi alma agotada
XVI
Al pequeño David
Le enseñare a observar la Luna y los Astros
Porque conmigo no lo hicieron
ni mi Madre ni mi Tío
modelos a seguir
A mi Padre comencé a valorarlo
al final de su vida
XVII
En la bóveda celeste
hay muchas de las respuestas que deseo
a mis enigmas que me atormentan
Lo breve de la existencia
La muerte que ronda a la Colmena
Que obliga a clausurar cuartos
En la vieja casona que detesto
para que los difuntos disfruten en su Limbo
XVIII
El sol que taladra la piel
Y enceguece con su Calina
Aquí no hay cambio de estaciones
Solo mi tía con su locura anual
recrea insistentemente a Rio Paují
evoca Tigres, Serpientes y Avisperos
XIX
No hubo niña a quien admirar
Solo arreo de Burros cargados con leña
atravesaban la aldea en las mañanas
Sentados en cuclillas como los antiguos Ajaguas
devoraban el condumio en platos de peltre
XX
No alcance a despedirme de mi Madre
en su lecho de muerte
Ya que un juego de barajas me distrajo
en los Burdeles de la Zona de Tolerancia
Madre y Divina Pastora
Conmigo en el centro forman la hipostasia
de mi adoración personal
Carora, enero 2015