Por Juandemaro Querales
No hay arma más letal y peligrosa que la palabra. El lenguaje ha hecho que la sociedad donde
me tocó habitar se está desmoronando. Tiempos transicionales donde se fabrican latiguillos
para decodificar y arrinconar a cualquier pacifico ciudadano.
Si desaparecemos un día de la faz de la tierra, podemos reconstruir la vida que yace
almacenada en la telemática. Toda la información contenida y producida en gran parte del
siglo XX, es nuestra garantía de permanecer intacto en la historia.
La imaginación dictadora se ha ocupado de poner orden en esa caoticidad que asemeja mi
realidad. Cuando no exista y mi transito solo sea un eco de las maquinarias transmisoras
de códigos. El mundo glamoroso que me acompaño y pude literaturizar se eternizara en el
tiempo.
Gracias a mi bondad y mis desvelos, lo que fue simples aventuras de la cronología vital, se han
transformado en epopeyas dignas de figurar en cualquier texto de historia.
Todo gran escribidor tiene temas que lo tocaron al azar. Retazos o experiencias que se
almacenaron en la memoria y un buen día frente a la hoja en blanco, se convirtieron en textos
moldeados a fuego. La memoria traidora recrea la vida del lujurioso del verbo, quien valido de
un sujeto esquizofrénico recrea eternamente la aventura de toda temporalidad.
Nada esta exceptuado del juicio y el valor que le asignan las palabras. Estoy confiado
del balance que pueda rendir, mi tiempo cronológico ha sido recogido en el testimonio
escriturario, en la medida en que va incorporando códigos y mas códigos. Hoy con años encima
y tiempos idos lo que he hecho es intelectualizar lo que se considera baladí
Lo que hubiese pasado desapercibido y nadie hubiera reparado en su desarrollo, fue
convertido en materia de prosa corta y poesía. Soy el amanuense de mi etnia, traer extraviado
el mito monoteísta del culto darwinista es mi función.
Cuando ya nadie hable del siglo que apenas comienza, teniendo que recurrir a los textos de
historia, mis personajes: carne viva de mi universo imaginario, estarán allí para salir a librar la
aventura diaria del viaje, y así completar el redondeo caprichoso del tiempo y el espacio.
Cierro el viaje de la imaginación con un gran cansancio, que me produjo el haber expulsado
esos pedazos de experiencias que como testigos de excepción fui aprehendiendo. De esa
pelea que se da en todo momento y en toda circunstancia se da contra el olvido. Donde de
seguro debe de imponerse los lenguajes: la honda de David solitario que despierta ante el
requerimiento de la prosa y el verso.
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Texto del libro de cuentos Agrupados (2014)