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4 junio 2014 3 04 /06 /junio /2014 14:04

Por Juandemaro Querales

 

 

CUARTO-copia-1.jpg

 

 

A veces deseo regalarle un ramo de flores a mi mujer, quien lo rechaza diciendo que no es su 

 

entierro. Llevar su fotografía en mi cartera se burla a más no poder, le agarro un brazo para 

 

caminar pegadito y me deja plantado.

 

Pienso en ella a determinadas horas del día. Imagino sus pantaletas de color pastel, sus piernas 

 

blancas bien torneadas con venas que sobresalen. Me pongo erecto y me digo, hoy tampoco 

 

será, llevando mi mano derecha al prepucio.

 

Que días aquellos cuando practicaba el sexo con perversión. Puros recuerdos que me 

 

mantienen vivo, frente a la sequia de la actualidad, marcada por la vejes y la poca producción 

 

de esperma.

 

Me situó en un ángulo del comedor y me preparo a engullir la ingesta de alimentos. La observo 

 

por el rabo del ojo, como un cernícalo la siento merodear la cocina y el lavandero. Que pensara 

 

esa ave en guardia perenne, del testigo ocular que la copula con la mirada?.

 

Si mi situación tiende a complicarse, prefiero exponerme a la intemperie, volver al desierto 

 

del condenado, no estoy para eso, las fuerzas me han abandonado, prefiero hacer como las 

 

arañas, que desde el techo tejen una red y se columpian hasta secarse.

 

En una línea de mi tembloroso trazo, quedo retratado de cuerpo completo. Hoy me levante 

 

mas temprano que de costumbre, para evitar que la enfebrecida memoria se vaya con la 

 

paralización de una parte de mi memoria. O la simple vida.

 

En las alforjas de mi otro yo, hay asuntos para rato. En estos días no hay momentos en que no 

 

desee consignar en la grafía el pasado que es presente, escenas y personajes que se agolpan 

 

en mi cabeza, pugnan por salir.

 

Cuando escogí la vía mas expedita para relacionarme con el mundo: el lenguaje. Lo hice a 

 

sabiendas que andaría taciturno y escurridizo por esos mundos de mi esquizofrénico transitar.

 

Donde estarán mis compañeros de la infancia, de juegos, practicas zoofilias, de insurgencias y 

 

desear las blancas de la plaza Bolívar. Que lastima por las primas y vecinas que cada vez huelen 

 

más a aliños.

 

Nunca pude quitarme de encima la resolana de la diez de la mañana, ni el olor a rancio cuando 

 

aprieta el calor. Mi inclinación edipica me impide moverme del pequeño mundo habitado por 

 

mi madre: el cuarto cerrado, la cocina y el dintel de la puerta de enfrente.

 

 

________

del libro de cuentos cortos Apareados 2014

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