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18 septiembre 2009 5 18 /09 /septiembre /2009 23:05

Después de cien años de explotación  petrolera en nuestro país, la creación literaria  no refleja una especial inclinación, por abordar  su influencia antropológica, en todos los órdenes de la sociedad. Hombres de petróleo. Maltiempo Editores. Caracas. 2008. de Juan Páez Ávila; se propone ver hasta que punto, una gigantesca riqueza, obtenida sin esfuerzo metabólico, ha cambiado la psiquis de una población que solo vive para la molicie, la haraganería y el hedonismo de poder vivir como reyes.

 

Para un ensayista como Orlando Araujo: en Venezuela no se puede hablar de una narrativa del petróleo, por la sencilla razón  de que nuestras letras están impregnadas de la brea, sustancia que nuestros aborígenes llamaban “el estiércol del diablo”. Para gran parte de la población la actividad petrolera es algo misterioso, cercana a la especulación mística a criterio de Ramón Escovar Salom; nuestro pueblo vive pendiente de cuanto le toca del negocio petrolero, y vive apegado a la suerte para que el mundo viva al borde de  la guerra y se disparen los precios del crudo.

 

Juan Páez Ávila es un narrador  que ha explotado las infinitas posibilidades, de adentrarse en el complejo tejido de un país; la época pre-europea, la colonia, las guerras de independencia y la incidencia del cristianismo y el marxismo en la explicación de nuestros procesos sociales.

 

Hombres de a caballo, gamonales que arrancan cosechas y mujeres en flor; clérigos liberales enfrentados al conservatismo de tiranos y latifundistas; de todo hay en la viña del escritor caroreño. De su pluma han salido libros que hoy son imprescindibles  en la evolución de nuestra literatura: “La otra banda” o “Atarigua y otros relatos de Carohana”, son junto con la biografía a ese marxista-atípico que fue Cecilio Zubillaga Perera; el vasto universo narrativo de este perseverante escritor.

 



Con “Hombres de petróleo”, Páez Ávila  se propone reconstruir desde la raíz, el tamiz socio-cultural que compone la sociedad venezolana, a partir de un producto que ha influido de forma terminante en el imaginario de una nación y su drama, el cual es no haber completado su modernidad: Novela  de período de revolución chavista bolivariana, que busca incorporar a un líder autócrata a la gran tradición del arte y la literatura nacional. Durante diez años de desgobierno socialista, nuestro arte no refleja las preocupaciones políticas retaliativas de una camarilla militar que busca crear ingenuamente, una épica que haga añicos la herencia de la ilustración francesa y el papel jugado por el blanco criollo en la dirección del nuevo Estado.

 
Para una parte de los escritores e intelectuales venezolanos, el mal gusto y el pobre lenguaje usado por los amos de turno, es un argumento usado a la hora de justificar el divorcio que se da en la actualidad entre el creador y los temas a escribir.


 


El uso dado a las bonanzas petroleras que ha vivido Venezuela,  los cuales se han caracterizado por el despilfarro y la imprevisión; mostrado por jefes políticos y sus acólitos en connivencia con grandes empresas transnacionales; ponen al desnudo ese mundo de frivolidades  que comparte un 10 por ciento del país,  este exiguo número navega en una riqueza morbosa, mientras la gran mayoría vive en la miseria más absyecta, arrimada en las faldas de nuestros cerros y en los  lechos secos de quebradas y en ríos traicioneros durante las temporadas de lluvias.

 

Al mejor estilo del escritor mexicano Carlos Fuentes en  “La muerte de Artemio Cruz”, quien se adentra en el alma fracturada del Azteca actual, de manera de traer de vuelta todas las tropelías y saqueos de las riquezas del gran país de Morelos, a través de una organización política el PRI, quien se valió de las glorias de la Revolución de 1910,  para envilecer una nación, vecina de Estados Unidos, y ha sido tanto el grado de adormecimiento ideológico que solo se conforman con ser el barrio marginal de la América del Norte opulenta e industrial. Páez Ávila en esta novela  definida como narración del petróleo, trae a la superficie  una caterva de pícaros, ladrones, putas, que asolan la principal empresa de Latinoamérica PDVSA, para saquearla, mientras la gran mayoría se contenta con matarse entre ellos, para drenar la frustración al no disfrutar de la danza de los dólares, que se disputan antiguos revolucionarios, militares fracasados y la Cuba de los hermanos Castro.

 

Con “Hombres de Petróleo” aquella afirmación de Orlando Araujo, se ha quedado corta, por que si hay una narración de lo viscoso; la de Páez Ávila, autor que por su pasantía por el foro político venezolano, y fundador de organizaciones políticas en el siglo XX, lo hacen merecedor de nuestra confianza, cheque en blanco para que refunde la narración chavista-petrolera, hiato  que debe de llenarse si queremos gravitar  con lo que vienen haciendo escritores colombianos, españoles y mexicanos.

 

 

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